“Es una mojada de oreja”. Así definió una fuente de una importante entidad financiera, en diálogo con Ámbito, el malestar que generó en el sector bancario la decisión del Gobierno de aumentar nuevamente los encajes. La medida elevó la tensión con el sistema financiero en medio de los esfuerzos del equipo económico por contener la volatilidad del dólar, que se incrementó tras la eliminación de las LEFIs y el ruido político.
A partir de ahora, de cada $100 que ingresen en depósitos, más de $50 deberán inmovilizarse en el Banco Central. Con esta decisión, el Gobierno refuerza el fenómeno conocido como crowding out, que implica el desplazamiento del crédito al sector privado hacia el financiamiento del sector público. Se trata de un giro respecto del esquema previo, que se apoyaba en el llamado “punto Anker”.
La circular oficial agregó un elemento nuevo: los bancos podrán integrar parte de ese encaje adicional mediante la suscripción de letras y bonos en pesos con vencimientos mayores a 60 días, en la licitación de deuda que el Tesoro llevará a cabo este miércoles. El objetivo es secar la plaza de pesos y extender los plazos de vencimiento de la deuda pública.
Malestar en las entidades
El cambio regulatorio tomó por sorpresa al sector, ya que fue anunciado un lunes y no un jueves, día habitual de las reuniones del Directorio del BCRA. Según fuentes bancarias, la medida busca empujar a las entidades a comprar títulos del Tesoro que, de otro modo, no habrían demandado.
Los bancos ya venían enfrentando una caída en su rentabilidad desde el segundo trimestre, reflejada en los balances corporativos. Ahora, con la suba de encajes, se profundiza la presión sobre los equipos de tesorería, que deben lidiar con mayores costos de fondeo y menos liquidez, lo que los llevó a recortar la oferta de préstamos en un contexto de incertidumbre política.
En los chats del sector circularon comparaciones con la llamada Banca Simons, un esquema en el que los encajes alcanzan el 100% y se elimina la creación secundaria de dinero vía préstamos. Aunque el sistema actual está lejos de ese modelo, la referencia ilustra el fastidio de la city. Cabe recordar que los encajes llegaron a ubicarse en torno al 90% durante la hiperinflación de fines de los años 80 y luego cayeron con fuerza durante la convertibilidad. El último pico había sido en la presidencia de Mauricio Macri, con un 40%.
Hasta hace pocas semanas, los encajes estaban en 50%. Con el nuevo aumento, trepan al 53,5%, el nivel más alto en más de tres décadas.
Impacto en el mercado
Pese al endurecimiento monetario, el efecto sobre el mercado cambiario parece acotado. El tipo de cambio mayorista subió hasta los $1.362 en la última rueda, con un fuerte volumen operado y una intervención activa del BCRA. Las tasas de interés continúan en niveles que asfixian la actividad: las Lecaps llegaron al 60%, las cauciones al 50% y los títulos CER ofrecen inflación más 30%.
El Banco Central intentó compensar con un gesto hacia los bancos: redujo en dos puntos porcentuales los encajes en efectivo, que ahora también podrán integrarse con deuda del Tesoro en licitación. Según fuentes oficiales, fue una respuesta a los reclamos que las entidades manifestaron en reuniones recientes.
Lo que viene
El analista Andrés Reschini señaló que el Tesoro probablemente logre un buen nivel de refinanciación: “El objetivo es conseguir rolleo y evitar que los pesos queden libres en el mercado. Por eso se ofrecen solo dos instrumentos de corto plazo (hasta septiembre) y el resto vencen después de 2025. La suba de encajes está diseñada para empujar a los bancos hacia esos títulos”.
Desde la consultora 1816 advirtieron, sin embargo, que no puede descartarse otra suba de encajes en lo que resta del año electoral. La política monetaria, remarcan, sigue atada a los vaivenes de la política.
